Demi Moore y el terror a envejecer
Después de su paso por la 77.ª edición del Festival Internacional de Cine de Cannes, se estrenó “La sustancia”, una película dramática de terror corporal que la tiene como protagonista.
Elizabeth Sparkle (Demi Moore) es una ex estrella de Hollywood que transita su quinta década, hace años ganó un Oscar, pero nadie recuerda por qué y en el presente es la figura de un programa de TV de gimnasia matutina.
En el día de un nuevo cumpleaños le llega su certificado de vencimiento: el productor ejecutivo de su programa, un bruto, cruel y misógino llamado, sin mucha sutileza, Harvey, interpretado por Dennis Quaid, le comunica que la despide porque necesita a alguien más joven.
El shock de ver su fotografía retirada de una cartelera hace que Elizabeth tenga un accidente vial. En el hospital, antes de ser dada de alta, un enfermero que luce como un modelo masculino creado por inteligencia artificial comprende el verdadero trauma de la mujer y le ofrece una solución: la sustancia.
Tras una breve búsqueda online, Elizabeth averigua que se trata de una nueva droga que promete resultados milagrosos, aunque es producida por una compañía anónima y entregada en un depósito abandonado en la peor zona de la ciudad. El disgusto que le provoca su propia imagen en el espejo desactiva cualquier desconfianza: Elizabeth se inyecta un líquido del color más tóxico de las bebidas isotónicas sin saber cuáles serán los efectos, solo que liberará “la mejor versión de sí”. Es lo que sucede: una hendidura enorme se abre en su espalda y de ese inesperado canal de parto surge Margaret Qualley, plenamente formada y sin una imperfección. Pero hay contraindicaciones: Sue (el nombre que adopta el personaje de Qualley) solo puede permanecer consciente una semana (lapso durante el que Elizabeth queda inconsciente) y, en caso de que no cumpla con el límite temporal establecido, el cuerpo de Elizabeth sufrirá las consecuencias. Y estas consecuencias llegan.
Esta sátira negrísima hace referencia a las exigencias inalcanzables de belleza y juventud que padecen las mujeres, pero también, de modo más general, tal como hacía metafóricamente La mosca, a la degradación del cuerpo en la vejez.