Es de público conocimiento que comer sano es complicado ya que para eso hay que recurrir a una meticulosa selección de alimentos clave para lograr una dieta saludable. Asimismo estamos arraigados a creencias verdaderas y también falacias sobre las prácticas de una alimentación consciente. Estas creencias se instalaron en el inconsciente colectivo aunque no siempre son correctas.

Para tener más conocimiento sobre la alimentación consciente citamos el libro “Qué comemos” de Jorge Dotto, médico patólogo y genetista. Esta obra escrita profundiza en la práctica de una alimentación consciente y en los efectos nocivos que tienen el consumo cotidiano de los productos ultraprocesados y gaseosas.

Por su parte, expertos en nutrición de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard crearon un “plato para comer sano”. Es una guía para armar comidas saludables y balanceadas. Este plato está compuesto de verduras y frutas de todos los colores que ocupan la mitad del plato. La intención es consumir los nutrientes y las vitaminas de diversas frutas y verduras, a excepción de las papas, ya que tienen un efecto negativo de azúcar en la sangre. También incluimos un cuarto de granos integrales como arroz, avena, trigo y cebada y/o seudocereales como la quinoa, amaranto y trigo sarraceno.

Y el último cuarto del plato deberá contener proteínas, ya sea de origen animal (pescado, pollo, carnes rojas) o de origen vegetal (legumbres, frutos secos, semillas y derivados de la soja como tofu). Y también se incluyen aceites vegetales de buena calidad como oliva o canola.

El vaso de agua, el té o café con poco o nada de azúcar se puede incluir como también pocas cantidades de leche y productos lácteos.

Durante la pandemia, la necesidad de cocinar generó más conciencia sobre la importancia de comer sano y sentirse mejor en el día a día.

Y para que esto sirva se lo consultó a referentes de la nutrición para analizar algunas creencias:

Es una creencia falsa, según explican los especialistas, quienes incluso plantean que es deseable tomar agua durante las comidas. “Facilita la formación del bolo alimenticio, lo que produce que el alimento llegue más subdividido. Por lo tanto, ayuda a la digestión de alimentos y a la absorción de nutrientes”, dice la licenciada en Nutrición Juliana Gimenez.

Coincide su colega Florencia Zappalá, aunque hace una salvedad: “Puede no ser recomendable en casos puntuales como, por ejemplo, en personas con saciedad precoz, pero no interfiere con la digestión”.

El agua es necesaria para que nuestro organismo esté bien hidratado y es vital para la salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un consumo de dos litros y medio al día para personas sanas con actividad física normal.

Pasado por agua, frito, revuelto o duro siempre es tentador, pero muchos no se animan a incorporarlo a diario en la dieta por temor a que eleve el colesterol. ¿Cuán cierta es esta creencia? Un análisis de la Universidad de Harvard de 215.000 personas descubrió que comer un huevo por día no está asociado con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. Por el contrario, los investigadores detectaron que contribuye a proteger el organismo.

Gimenez aclara que se ha demostrado que el colesterol proveniente de alimentos (exógeno) no tiene tanta incidencia como se creía en el colesterol total. “El mayor porcentaje está representado por el colesterol que produce nuestro propio cuerpo, endógeno. El consumo de huevo podría elevar el colesterol si se consume en grandes cantidades. La recomendación para un adulto sano es la e de un huevo entero por día y claras libremente” detalla.

Es importante diferenciar a los productos procesados de los ultraprocesados. Los primeros se alteran por la adición de sustancias (sal, azúcar, aceites, preservantes y/o aditivos), que cambian la naturaleza de los alimentos originales para prolongar su duración o hacerlos más agradables. Ejemplos son los pescados conservados en aceite, las frutas en almíbar o las verduras enlatadas. “Pueden estar dentro de una alimentación saludable, siempre considerando la frecuencia con la que se los consume”, afirma Gimenez.

Los ultraprocesados, en cambio, se elaboran a partir de ingredientes industriales y contienen poco o ningún alimento natural. Tal es el caso de galletitas, jugos, sopas deshidratadas, gaseosas y helados no artesanales, entre otros. “Los ultraprocesados no son sanos y no se recomiendan”, plantea la experta. Y advierte: “Muchas veces los venden como saludables y generalmente engañan al consumidor.

DATOS: Lanacion.com.ar