Las personas solitarias tienen una forma distinta de ver la vida
Según la ciencia, la estructura mental de las personas solitarias es diferente. Interpretan la vida y los estímulos que se les presentan de otras formas
De acuerdo a lo publicado por un grupo de especialistas estadounidenses, quienes son más bien solitarios procesan el mundo de manera idiosincrásica, lo que puede contribuir a la sensación de ser incomprendidas, lo que está acompañado por un sentimiento de soledad.
Las conclusiones fueron expuestas por un grupo de investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles, quienes además retomaron otros estudios anteriores que determinaban que sentirse comprendidos por los demás activa determinadas regiones del cerebro, tales como el cuerpo estriado ventral, la ínsula media, el precúneo y la unión temporoparietal. Todas están relacionadas con las conexiones sociales y el procesamiento de recompensas
Ese mismo estudio descubrió que los cerebros de quienes se sentían incomprendidos, mostraban más actividad en regiones asociadas con las emociones negativas, tales como la ínsula anterior y la corteza prefrontal dorsomedial.
Por ejemplo, las neuronas que liberan dopamina, neurotransmisor que puede aumentar el placer, se encuentran en el cuerpo estriado ventral. Esta es solo una forma en la que sentirnos conectados puede producir efectos positivos. Por otro lado, la corteza insular anterior está muy involucrada con las interacciones sociales y las emociones, incluida la soledad.
Los escaneos se hicieron mientras las personas a estudiar fueron puestas a ver una serie de videos, que generaban distintas emociones (tristeza, risa, enojo, etcétera). En tanto, se les hicieron los escaneos necesarios.
Los resultados de los escaneos se analizaron en pares para buscar correlaciones entre sujetos. De esta forma, los investigadores pudieron identificar similitudes y diferencias en la actividad cerebral, tanto entre individuos solitarios y no solitarios, entre dos individuos solitarios, y entre dos no solitarios
- por Georgina Pepe