Literatura y seudónimos: de cuando teníamos que esconder nuestra voz
La literatura no puede ser asunto de la vida de una mujer, y no debería ser así
Así comenzaba la nota que el poeta Robert Southey le envió a Charlotte Brontë en 1836, luego de recibir sus poemas para emitir una opinión como referente cultural de la época.
Que las mujeres vienen peleando por espacios de desarrollo igualitarios no es una novedad de estas últimas décadas, ni siquiera de los últimos cien años.
La cultura, el arte y la escritura no han sido ajenos a estas desigualdades. En conmemoración de un nuevo 8 de marzo repasaremos una lista de escritoras que tuvieron que sobrevivir a la censura mediante el uso de seudónimos.
Charlotte Brontë: la escritora británica de la exitosa novela Jane Eyre se destacó además como una de las mejores voces poéticas de su tiempo. El seudónimo bajo el que publicó su obra fue Currer Bell, jugando con las iniciales de su verdadero nombre.
Emily Brontë: hermana de Charlotte también se dedicó a explorar el mundo de las letras. En 1846 publicó sus primeros poemas, junto a sus hermanas y bajo el seudónimo de Ellis Bell. Un año más tarde Emily Brontë publicaría su única novela: Cumbres borrascosas, hoy devenida en clásico de la literatura universal.
Louisa May Alcott: la autora de (la tantas veces adaptada cinematográficamente) “Mujercitas” escribió sus primeras obras bajo el seudónimo de A. M. Barnard. Con ese alias escribió cuentos y lo que en la época victoriana se conocía como “relatos melodramáticos”, historias protagonizadas por personas ambiciosas que no dudaban en usar la venganza para saldar sus deudas.
Mary Shelley: la creadora de Frankenstein, vio cómo su magistral fue atribuida por la sociedad de aquel entonces a su esposo Percy Shelley, por descreer de su capacidad para inventar semejante relato icónico.
Pero las tristemente célebres anécdotas continúan y muchas aún no conocen la luz.
Por ejemplo, la escritora inglesa Jane Austen intentó mediante otros recursos habituales de la época sortear el obstáculo que suponía ser mujer y querer escribir.
De este modo fue que por ejemplo la portada de su primera novela, “Orgullo y prejuicio”, sólo dice: “Una novela en tres partes escrita por una dama”. Aunque con cierto humor parece haberle ganado, a través de los siglos, al anonimato, Austen no publicó ninguna obra firmada en vida. Sus libros siguientes eran acreditados a la “misma autora” de los anteriores.
Repensar el lugar en el cual estamos implica saber desde donde partimos. Las mujeres y el arte de escribir en el marco de la lucha por sus derechos nos permite revalorizar su obra, y nos obliga a continuar trabajando por un reconocimiento justo.
- por Georgina Pepe